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OCASO ROJO

Juan Gómez Cotes

Un niño lo vendía por la calle muy temprano y se lo compré. Hacía mucho tiempo que no veía a este pájaro, su comercio era ilegal y no quería enjaularlo; como era un pichón, mi intención era alimentarlo con semillas hasta que creciera y poder dejarlo libre en el monte. Los científicos lo llamaban Cardinalis Phoenicus, Cardenal Guajiro en español e Iisho en nuestra lengua materna wayuunaiki,
obtuvo su color rojo bañándose con la sangre de Wolunka, la primera mujer wayuu, cuando los hijos de Juya Padre Lluvia, arrancaron con una flecha los dientes de su vagina para que de esta manera la humanidad pudiera reproducirse.
Su copete llamaba la atención de propios y extraños, quienes deseaban tenerlo cantando en sus casas. Lastimosamente era normal que este pájaro muriera en cautiverio.

Por su rojo brillante, el espécimen que compré era un macho, las hembras eran de color rojo pálido, sus variados silbidos o cantos emitidos desde lo más alto de los árboles anunciaban la llegada de nuestro Padre Juya para bendecirnos después del período de sequía; de niño escuchaba sus melodías naturales cuando caminaba por los bosques secos del Territorio Wayuu, esos sonidos que nos relajaban y contagiaban de energía positiva durante el día, ya no se oyen por la invasión a su entorno y la venta ilícita que lo extingue.

Al mediodía decidí llevarlo a casa de mamá para que ella pudiera cuidarlo mejor, le encantaba tener aves en su hogar, pensé que hacía lo correcto. Por la tarde fui a ver al animal, pero solo encontré algunas plumas rojas en el patio, mamá me dijo que sus nietos lo habían sacado de la caja donde estaba para jugar con él, sabía que mis sobrinos eran traviesos, pero había olvidado que varios gatos merodeaban el lugar.

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2 comentarios en «Ocaso rojo»

  1. «Ocaso rojo», no se le podría poner un título mejor a este relato! Mi primera interpretación literal del mismo poco tiene que ver con el metafórico con el que nos das de cara al final, dejándonos con un escalofrío en el cuerpo por el destino de este Cardenal Guajiro.

    El juego de percepciones con el color rojo y su simbología me ha encantado, especialmente la leyenda de Wolunka, parte esencial de este juego. (Dejas intuir la muerte pero el lector no le da más importancia hasta que  no llega al final y se da cuenta que el mito  sirve casi como premonición, junto con el resto de detalles, como la muerte segura del pajarillo en cautividad, de una muerte violente anunciada).

    Me ha emocionado la denuncia que haces sobre la extinción de este pajarillo. Tu narrador intenta ayudarle pero resulta irónico que sus esfuerzos de salvarlo lo llevarán directamente a la exterminación, de cuyo suceso queda como un testigo ocular la pluma de color rojo intenso (otra de las palabras que en la relectura veo como otra premonición).

    La última frase me ha parecido extraordinaria, justo cuando estamos imaginándonos a los niños torturando al pajarillo, nos das un bofetón para demostrar que nada tienen que ver ellos con el desastroso desenlace.

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