Conversación con Jorge Luis Borges
Hola, Jorge Luis Borges.
¿Cuál de los dos Borges está hoy conmigo?
No me engañes ciego vidente,
eres uno solo que trata de engañar ingenuos…
Yo te conozco bien
sé de tus manías
por escurrirte así,
ciego, taciturno, como un fantasma
para que nadie te sienta
por entre los barrios perdidos
de tu querida y odiada Buenos Aires
y ser uno más entre los compadritos;
también se de tu apego a los libros,
de tu obsesión por la biblioteca que todo lo contenga;
se de tus obsesiones reprimidas
—sobre todo cuando estás frente a tu madre—
siempre fuiste un hombre para las mujeres,
pero para que te contemplen,
para que se deleiten con tu voz,
para pasar por avezado declamador de versos,
pero no naciste para el amor,
¿qué te lo impidió, Jorge Luis Borges?
Hoy has llegado silenciosamente
a mi estudio… Sabes,
aquí no es donde están mis libros,
están regados por toda la casa,
por toda la cuadra,
por todo el barrio
por toda la ciudad del Águila Negra
hasta formar un camino y conectarse
con el pueblo idílico de mis fantasías infantiles;
has llegado un poco tarde,
estoy cansado,
cansado de vivir en el mundo de las letras
¿Cuándo te empezaron a pagar por escribir?
a mí, ocasionalmente, muy ocasionalmente
unos cuantos centavos, como si fuese caridad.
Aquí están mis Quijotes,
los de Cervantes,
pero también los de Montalvo,
los de Avellaneda,
y como no, también tu Pierre Menard,
autor del mismo Quijote…
En ese estante, lucha el viejo Quesada
o Quijano o Quijana
por vencer el ingenio de los ingenios
para no morir cuerdo,
como lo mató el propio Cervantes;
ahí Sancho escupiendo
una tras otra
las galimatías sabias de sus refranes;
ahí los molinos y las cabras,
las cofradías y los prisioneros,
resistiéndose a ser objeto en el juego
fantasioso del loco al que hemos aprendido a amar.
Por este estante
puedes pasear y formar la trilogía
—sé que serías bien recibido—
de los conocedores de los tres reinos,
descender y ascender
uno tras otro
por los círculos no tan imaginarios
del Dante,
¿tratarás también de seducir
con tu ingenio y tu ceguera
a la divina Beatrice di Folco Portinari?
Quizá el un Jorge Luis Borges
no pase del círculo gélido
donde sufren los ególatras;
o quizá se condene
al Borges Condescendiente,
al buscador de verdades.
Pero dejemos a tus viejos amigos,
del que también fuiste maestro,
dejemos reposar a Homero,
a Virgilio, a Moro y a Nietzsche,
a Carlyle y Chesterton,
a los poetas de inglés,
del alemán,
del francés,
a los poetas de todos
los idiomas que amaste,
dejémoslos descansar.
Te has sentado en mi mesa,
te he insistido que tomes la cabecera,
pero el Borges obsecuente
ha renunciado a darme esa dignidad…,
otra vez será, cuando vengas con peores ánimos.
Toma del pan fresco
que amasaban mis ancestros,
bebe del vino rojo
que siempre me recordará
la sangre vertida
por cualquier causa…
lo sé, no es el mejor para libar
y dar gracias a los dioses por tu presencia,
pero es el vino rojo
rendido con el mosto
de mis impudencias,
así, así como tú lo hacías
en las tardes secas
en países que nunca te fueron ajenos.
Aquí, a mi casa,
ha llegado la cohorte
para vivar
por el premio que nunca se te concedió
pero que todos aclamamos;
yo sé que no te importa
—bueno, al Jorge Luis Borges que está ahora conmigo—
que nunca te importó
pero en desagravio
de todos esos remedos de humanos
que se retroalimentaban de sus miserias
y de sus envidias,
yo,
yo,
te ofrezco el premio de los premios
al ciego vidente,
al aristócrata que anheló el lunfardo
a quien pregonó la libertad dentro de un matriarcado
a ti Jorge Luis Borges,
el Nobel de lo humano.
Muy interesante toda la conversación con ese grande de la literatura. Y como vas enlazando a cada uno de los grandes poetas .todos tus poemas son admirables. Felicitaciones..