I
Tal vez en mi cara, están signadas en él,
el principio o final de mi camino.
Tal vez estas, sin darme cuenta, sutilmente marcan,
el principio o el final de mi destino.
Digo tal vez, porque soy consciente de que,
en mi cuerpo, paralelamente, líneas superficiales
y profundas avanzan, avanzan implacablemente sobre mí,
estas van trazando su recorrido.
Trazando su destino.
Trazando el tiempo que he vivido.
Que no es mucho ni poco.
Simplemente, medio siglo.
II
Lo paradójico de esto, es que, a pesar de los años que he vivido;
año tras año me doy cuenta de que es tan poco, lo que de la vida conozco.
Es tan poco lo que de la vida sé.
Quizá el sabor dulce o el sabor amargo de la misma,
esfumó mi tiempo y con ello, mi ilusión, mis metas y así,
me distraje de mi propio sendero, del propósito de mi vida.
Ahí voy, luchando y, día a día, me adentro hacía él, avanzo en él.
Pero su trazo invisible, indescifrable e incierto, una y otra vez; desdibuja mi recorrido.
Entonces es cuando me pierdo, sí, me pierdo, me pierdo en mi propio camino.
III
Absurdamente, si, absurdamente, me ciño a él todos los días.
Sí, me ciño a la vida. A la vida misma.
Cual hilo de Ariadna; me ato a él, como si fuese mi última vez.
Como si expirara mi último aliento.
Pero, no. Aún no es el momento.
El Sol, aún no se ha ocultado. Aún resplandece.
Hay que seguir…
Aunque mis ojos se estén cansando.
Aunque mi cuerpo me esté traicionando.
Aunque me sienta desfallecido
Me levanto…
Hay mucho que hacer.
Hay mucho que dar.
Hay mucho de mí, antes de partir.
IV
La vida es en un árbol de infinito ramaje.
Y yo, soy un espectro en medio de ese universo salvaje.
A pesar de ello, entre amaneceres y atardeceres.
Entre ires y venires. Aún en el ocaso de mi vida, en ella, no quiero perderme.
Aunque siendo realista, en cada paso que doy y en cada paso que dejo
allá a lo lejos, una parte de mí, allí, allí se queda. Se queda atrapada.
Lo más triste es que allí, sí, allí, lo real y lo tangible se desmorona.
Lo real y lo tangible, se desvanece.
En un abrir y cerrar de ojos, todo desaparece.
El tiempo, sí, el tiempo con su paso simplemente, no perdona.
Mata todo. Borra todo.
V
¿Cuán largo será mi caminar? Quisiera saberlo, pero no; no lo sé.
Lo que sí sé, es que mi faena aún no ha terminado, y que mi trayecto…
Tiene un solo camino…
Un solo sentido…
Un solo destino…
Soy consciente de que esta pelea,
desde el mismo momento en que nací, la tengo perdida.
Sin embargo, en mi caminar, quiero dejar mis huellas,
huellas del recuerdo y que estas huellas, en el recuerdo de alguien,
se quede y que este alguien esté sucedido por otro alguien,
y este, por otro, por otro, recreada una y otra vez.
Pero todo lo que comienza, tiene que terminar.
Y mis recuerdos, cual imagen atrapada en una fotografía,
esté detenida allí, sin minutos, sin horas; sin tiempos,
sin tristezas, sin alegrías y sin agonías, pero que quizás de allí,
algún día del panteón, a tientas emerjan y se muestran al mundo,
una vez más, engendradas en un poema, en un cuento o en un verso
o en una canción o simplemente en una foto.
Quién sabe. Nadie sabe.
Lo felicito Angel por este poema.que describe exctamente lo que anuedtra 3dad nos preguntamos.
Hermoso poema mi amigo
Excelente profe refleja mucho la realidad que se vive lo que se hace y lo deja para futuras generaciones. Bendiciones