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DÉJAME ENTRAR

Miriam Bruni

 

Deja

que yo me aleje

de toda basura.

Deja que mi sigilo 

sea la hermosura.

 

 

Dicen que el tiempo

lo cura todo; pero cuando

yo bailo sola

en esta habitación y ahogadas

palabras van surcando el aire

colmándolo de lágrimas,

lo que siento es que acabas

de dejarme, y que sigues

cada día, cada hora

dejándome. Y me rindo

por fin —juzgándome ilusa—

por creer

que tu ausencia

no fuera más que mentira.

 

 

¿Por qué no terminas, mundo?

Toda la noche podría

velarle, sin que el día

reclame al trabajo habitual

mis manos: yo le haría

de almohada, ya lo sabes,

estuario de ilusiones,

recetario inagotable de ebriedades.

 

 

Sígueme, cariño, y nos hundiremos

en los verdes respiros

de una estación

olvidadiza. Asistiremos

a pequeñas aventuras,

cortejos y bodas,

inefables aperturas.

Volveremos más fuertes,

iluminados por el viento estrellado

de la noche, y nuestros labios

sonreirán

de las risas de la tierra, de cortezas

y malezas cantarán; de zumbido

de insectos y filtros luminosos.

 

 

Abrasa el amor, arrastra

conduce, despierta, encadena,

no ame quien odia la pena.

 

 

Déjame entrar, poesía,

déjame entrar.

Acariciar querría

tus pechos de ámbar.

Admirar tu vientre

de tupida sombra…

Solidaria tú eres,

¡oh, silenciosa!

Y tus dones ¡que embriagan

más que pétalos de rosa!

 

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