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LA BODA

María de los Ángeles Montes

¿Y ahora a qué le vas a echar la culpa? ¿Ora qué no te pareció, eh? Ya me quitaste el té por las idas al baño, la leche porque me empanzona y el café que porque me tiene con el ojo pelón toda la noche y hoy otra vez por tu culpa ¡No cené nada!

 ¡Déjame en paz! qué no ves que traigo un corredero de tripas que no me deja dormir. No te conformas con dejarme con hambre sino además te metes hasta la médula y como disco rayado, me haces recordar lo que desde hace ya más de treinta años trato de olvidar. ¿Qué más quieres?  ¿No te parece que ya me has atormentado lo suficiente? Te he dicho miles de veces que me he resignado. ¿Qué no sabes que a mi edad el sueño ya es menos profundo y por cualquier cosita despierto? Mira, aquí en esta revista lo dice. Pero ya dije que no voy a luchar. Para qué seguir fantaseando con lo imposible. Lo que no fue, no será. ¿Fue mi culpa, mi error…? El mejor día de mi vida, el día con el cual desde mi infancia entre juegos soñé, el día que sólo se comparaba con la emoción previa a la llegada de los Reyes Magos año tras año: ¡La fiesta de mi vida, mi boda! ¡La que tenía planeada! Ese anhelo desde mi niñez, se ha transformado en una pesadilla que encaro todos los días.

¡Sí, ya lo sé! Jamás me veré vestida como siempre imaginé, que nunca bailaré llena de contento en medio de una pista mi pieza romántica favorita: “Dos gardenias para tiii… con ellas quiero deciiir… te quieero… te adorooo… mi viiiida… Ponles tooda tu atencióoon… que serán tu corazóoon… y el míoo… ¡Aaah!

Sé también que no entraré a una iglesia llena de flores del brazo de mi padre, caminando despacio, por su gota claro, pero aprovechando para que todos me miren pasar y, que las urracas de la Acción Católica se mueran de envidia ¡Uuuuyyyy! ¿No que nooo Petrita Fuentes? ¿No que nooo?  

Nunca sabré lo que es compartir el gozo con familiares y amigos. Usar ese día algo nuevo, viejo, azul, ¡prestado como mi relicario de plata que mi prima Concha jamás me devolvió! ¿eeh?  Pero, ¡bah!  A quién le importa ya. ¿Te das cuenta? Nunca tendré fotografías que presumir a mis nietos, ni un vestido blanco, hermoso, vaporoso, lleno de holanes que guardar con mucho amor y nostalgia en el ropero, qué le hace que con el tiempo se vuelva amarillo chorreado y las manchas del pastel se hagan negras por el moho.  

No podré narrar anécdotas divertidas o memorables de la fiesta ¡Chin…! ¡Con lo que me encanta el chisme! Hablar de cómo estuvo la comida; que si mejor hubiéramos dado el arroz con mole de siempre o dos tiempos en lugar de tres; lo salado de la sopa o lo rico que estaban los frijoles chinitos con nopalitos que serví, sí. Recordar los problemas de último momento que tuvimos que sortear como… ¡No´mbre! ¿Te acuerdas de mi compañero de escuela, Valente Gutiérrez? ¿Noo? Sí, Valentito, ese al que su mamá siempre mandaba a clases con su pañuelito sujeto al suéter con tamaño segurote y que nunca le alcanzaba el recreo para terminar de comer dos enchiladas que todos los días se compraba en la tienda y, al sonar el timbre, apresurado metía a la bolsa del pantalón para comérselas a la salida; jajajaja, cómo olvidarlo, si todo el tiempo olía a enchiladas. Bueno, ese tipo ¡Qué problemón de último momento tuvo, eeeh! De telenovela. Pues ándale, que en pleno altar, ya de pie para hacer los votos, el acólito prendió el incienso y pues nada, que resulta que Valente era alérgico a la humareda esa y cuando el Padre le preguntó que si aceptaba a Leonor Pérez ¡Rájale, que se desmaya! Y ya no se supo si aceptó o no. Lo malo fue que hasta el hospital fue a dar y hubieras visto los aspavientos que hacía Leonorcita cuando lo iban subiendo a la ambulancia, rogándole a Dios de que volviera y dijera que sí aceptaba, jajajaja. ¡Aaaayyy! lástima que no podré reírme como loca nuevamente por los momentos chuscos de la mía. Cómo recordar lo hermoso que lucía el salón ese día o los nervios de la noche anterior que me impidieron dormir, como esta noche. Recordar los parientes borrachos y los halagos de los familiares. Nunca viviré la ilusión que cada vestido de novia fotografiado en revistas enroscadas por el uso con la modista, despierta en el corazón, ni el gusto de verme los pies reflejados en el espejo. buscando los zapatos perfectos para la ocasión. No sabré de pruebas de peinado ni maquillaje, ni sobre las uñas el trabajo minucioso al decorarlas y, mucho menos el despertar en mi corazón de un sentimiento de profunda envidia y nostalgia al verme fotografiada de novia en un álbum viejo y amarillento, siendo una anciana decrépita a los ochenta años de edad.

¡Oh! sigo siendo estúpidamente una vieja con fantasías de adolescente. Sólo me queda seguir suspirando cada vez que asista a una boda y no pueda evitar llorar… por más que diga que ahora sí, no lo haré y la lengua me vuelva a sangrar mordiéndola por no hacerlo, cada vez que vea la felicidad en los rostros de los novios, no lo podré evitar.  

Para ti esto sonará algo vano o sin importancia, algo superfluo, pretencioso o tal vez lo menos importante en cualquier relación, pero para mí fue mi vida, lo es y siempre lo será, lo siento, no lo puedo evitar. Creo que arreglarte de una manera especial para presentarte ante el hombre que amas o crees amar en ese momento, es para muchas, como para mí, algo especial, que nunca se olvida y que aun en la tarde de mi vida, me pesa. Creo que debo de enterrarlo, dejarlo de lado, como un sueño que algún día tuve y que solo fue eso, un sueño. Algo que, desde que cumplí cincuenta ¡No has dejado de restregarme en la cara! ¡Burlándote, siempre burlándote¡¡Idiota, si pudiese tenerte frente a mí te ahorcaría!

Creo que todo es muy claro: «No hay peor ciego que el que no quiere ver» y la que debe de adaptarse soy yo. Debo buscar ese vestido en los amaneceres radiantes que me envuelven cada día y esos zapatos hermosos en la inigualable textura de la arena del mar sobre mis pies y esa emoción de fiesta en un día de visita al asilo, para ver nuevamente a mi mamá y traerla a casa. Pienso que no he comprendido del todo lo que Dios quiere para mí…perdón, pero mi alma rebelde aún se resiste, ese sueño infantil aún me impide despertar, no crecer; ojalá algún día sepa cómo. O tal vez tú, algún día te canses y te desvanezcas para dejarme dormir una noche completa, aunque sea, por vez primera, toda una noche.

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6 comentarios en «La boda»

  1. Querida, Ángeles, al leerte pareciera como si te estuviera viendo y escuchándo; tal cual eres. Te muestras siempre tan elocuente, tan divertida, tan desparpajada, tan liviana, tan fresca, siempre. Con esa gama tan colorida de palabras y expresiones que usas, un coloquialismo usado con maestría.
    ¡FELICIDADES!

    Abrazo enorme hasta la ciudad de las flores, tu terruño.

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