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PIEL DE LUNA

Jesus Chucho Peña

Tenía la risa de las mariposas en primavera, en sus ojos ondulaban las gotas del trigo maduro; su piel se confundía con los hilos de la luz de la luna cuando despertaba la noche y la tarde empezaba a morir. Ella se sentaba en la piedra más alta, al lado del pequeño muelle del lago para contemplar mejor la majestuosidad del firmamento, donde se dibujaban diferentes estrellas que revoloteaban como mariposas encendidas, aplacando la soledad que albergaba el corazón de aquella mujer, dejando caer de vez en cuando sus lágrimas al lago plateado.

Una noche cuando la calma reinaba, los pájaros nocturnos parecían arrullar con su canto a la mujer, que con cierta tristeza miraba el firmamento y en un instante parecía desprenderse del cielo un retazo de estrella o quizá una lágrima del firmamento se desplomó justamente en el centro del lago, los pájaros dejaron de cantar, las aguas se calmaron, de pronto, después de un corto silencio, se formó un gran remolino de donde emergió la imagen de un venerable anciano.

Tenía la cabeza blanca, una larga cabellera acompañada de una barba parecida a la nieve y se agitaba como una cascada. La mujer sorprendida se puso de pie intentando alejarse, pero vio de entre los matorrales que adornaban la orilla del lago, brotar un enjambre de mariposas blancas, formando un muro y, en menos de un segundo el anciano estaba sentado junto a ella. Sacó un pincel dorado, del fondo del lago surgió una paleta embadurnada de todos los colores; empezó a pintar a las mariposas cuando se sostenían en el aire encantadas esperando el arcoíris, mientras le decía a la mujer que seguía totalmente maravillada:

Quisiera que el corazón de los hombres se llenara de colores. Hace algunos años, en este lugar hubo una mujer: era la maestra de la pequeña escuela. Su risa fue como una mariposa de primavera, siempre llevaba en su voz tierna y dulce, un mensaje de esperanza en su corazón; pero un día… ― Continúo relatando el anciano con un tono muy triste. ―Llegaron a esta tierra las metrallas, hombres vestidos de verde con los ojos rojos y, como perros rabiosos violaron la calma. Nadie podía decir nada, la angustia y el miedo inundaron a este pueblo. Fue entonces cuando a la maestra se le ocurrió pintar mariposas. Enseñó a todos los niños los múltiples colores del arcoíris, eso fue suficiente para que el militar de las mencionadas AUC, los nuevos dueños del pueblo, ordenaran su muerte. Tomaron a la maestra en la noche y la ahogaron en este lugar después de violarla. ― Agregó, señalando el centro del lago casi con los ojos aguados.

Desde entonces, todas las noches, las mariposas blancas que llegan aquí son almas desaparecidas, torturadas, de todos aquellos que murieron por la libertad que nunca llegó y quieren ser pintadas para descansar en paz.

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