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POEMARIO

Johanna Campos

 

Hubo un tiempo

Hubo un tiempo en que los días se hicieron lentos, el silencio gritaba en las calles y nunca sentimos tanto miedo de recibir un abrazo.

También hubo un tiempo en el que las sonrisas y las palabras se escondían bajo una tela mágica capaz de prolongar la vida Y en ese mismo tiempo los hombres aprendieron a leer los ojos.

Con los ojos sonreían, mostraban sorpresa,

Enojo, tristeza.

Con los ojos afirmaban, negaban y dudaban.

Con los ojos saludaban e irónicamente también ignoraban.

Con los ojos coqueteaban y también se enamoraban.

Entonces ese fue el tiempo en el que el lenguaje de los ojos andaba por las calles.

Y como aún estamos en ese tiempo…

¿Puedes intentar aplaudir con los ojos?

 

 

Virgen

He tenido más de un centenar de hombres en mi lecho.

He besado tantos labios que es difícil recordar cuántos.

Muchas manos han acariciado mi cuerpo. Algunos con rudeza, otros con sutileza, pero siempre con la misma intención.

Mi cuerpo ha sido el refugio para el menesteroso, el hambriento y el inconforme.

Los sueños ya no hacen parte de mi futuro, solo la noche es la que espero para seguir siendo el vaso que se rebosó sin estar lleno.

Amar es solo una palabra de cuatro letras y no significa nada.

Soy virgen aun cuando mi cuerpo ha sido profanado de día y de noche.

 

Sí, soy puta, pero nadie me ha quitado la inocencia.

Esa misma que me hace recordar que este cuerpo no me pertenece.

Que antes de salir del vientre de mi madre, ya estaba escrito mi destino.

Soy una ramera igual que ella.

Soy virgen.

Y dejar de serlo no es quebrantar la integridad de un himen.

Es crecer pensando que mi cuerpo es de todos. Que las muñecas y la loza de juguete son lujos de otras niñas, de otros mundos.

Es despertar cada mañana, dispuesta a ser manoseada y saber que es tan normal como respirar.

Sí, a pesar de ser alimento para el lujurioso y el infiel, soy virgen. Porque nunca nadie me explicó qué significa ser prostituta.

 

 

Impetración

Gritó desde la tierra, esa que da plátanos y cacao. No quería estar allí, pero nada se puede hacer con la voluntad de hombres necios enfermos de poder.

Gritó desde el filo plateado del intruso que profanó la carne, desgarrando sueños.

Gritó desde el frío del asfalto y de esa calle oscura con bombillas parpadeantes, testigos que nunca rindieron su versión de los hechos.

Gritó y aun así, su lamento se seca ante la mirada indiferente del que nada le afecta.

Gritó pidiendo consideración.

No quiere salir de los cálidos torrentes si no es necesario y suplica que le den la oportunidad de vivir, aunque sea en una nevera esperando un desafortunado que la ame.

Desde las entrañas de la tierra grita confundida la sangre, que sin hacer mayor daño, fue derramada por capricho de unos cuantos sin venas.

 

 

Memorias de un suicida

Desperté de un sueño.

Esa pesadilla interminable que todos llaman vida.

Desperté del sufrimiento y de la injusticia.

De la angustia y la incertidumbre, del dolor y las falsas alegrías.

De las palabras repetidas disfrazadas de consejo.

¡Desperté! Dejé de escuchar aquellas voces, que como flechas perseguían traspasar mi voluntad buscando «mi bien».

Al despertar descubrí que no hay nada más falso que la vida y que solo la muerte es oportuna y definitiva. Solo la muerte me liberó de ese trago amargo que todo me provocaba.

Logré sobremorir a la absurda vida y a sus malas costumbres: la de engañarme con mariposas cuando la flor estaba marchita, la de pintar un arcoíris cuando más fuerte era la lluvia, la de darme un barco cuando más turbia era el agua y la de llamar «amigos» a los verdugos que siempre desearon mi cabeza.

Amigos, arcoíris, barco, flores… Qué más da. Todo se resume en lo mismo, las mentiras que ocultan lo cruel que es vivir. Mientras caían mis lágrimas, las recogían en silencio para hacer de ellas un coctel y acompañar esa larga conversación que resultaba ser mi desventura. El dolor que demacraba mi rostro amenizaba sus tardes de ocio. La angustia que reflejaban mis ojos terminó siendo el té de las seis. Disfrutaban discrepar de la suerte del infeliz y no conformes se engrandecían al repetirlo.

Bendigo sus esfuerzos por impulsarme a buscar la muerte y maldigo no haber despertado antes.

¡Pero ya está!

Desperté de ese mal sueño y entendí que a diferencia de lo que decían los abuelos: «Lo único q no tiene solución en la vida es la muerte», yo encontré en la muerte mi única solución a la vida.

 

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1 comentario en «Poemario»

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