¡Cuando dijimos no más!
Que era tu mundo, el todo por el cual darías la vida. Que no habría mal que a mí llegara y que no conocería el dolor por tu causa.
Que conquisté por mérito ese trono deseado al que bautizaste «tuya» y que leal cual soldado te entregarías a mil guerras solo por defender mi nombre.
Infinitas promesas perdidas en la ira de un equívoco y hechas polvo con el afán de perseguir la engañosa libertad.
Atrás quedó el esfuerzo, el sudor incesante de las batallas cotidianas que agotaba nuestros cuerpos pero que fortalecía la sagrada unión.
Dijimos adiós, pero con la mirada fue un «hasta pronto».
Mi cuerpo aún persigue el rastro de tu piel, la memoria de mis labios reclama tu beso y mis ojos ya no brillan ante ninguna otra luz que no sea la de tu alma.
Víctimas incontables por mi causa y la tuya y tiernas voces pidiendo una consideración.
Egoístas, eso somos.
Dueños de nadie con derecho a todo.
Titiriteros insensibles, escasos de razón y ensimismados de su inocencia. Jueces por naturaleza sin la intención de cambiar el paradigma, en una incansable búsqueda del culpable.
¿Aún hay amor?
Pregunta inclemente que aturde y hace parir dudas de lo que parecía seguro.
¡Un sacrificio merece!
A diferencia del gato que presume sus siete vidas, yo daría la única que tengo por sacar del fango lo que en un tiempo me dio alegría y satisfacción. Y tú, amado orgulloso, ¿qué has de sacrificar? Sin duda tu indiferencia es la respuesta que nunca quiero escuchar.
La temática manejada en estos poemas es diferente a los anteriores. Me gustó.