Me acostumbré a la espera de verte llegar cuando yo estaba mal.
Me acostumbré a extrañarte a los dos minutos de tu partida y la herida crecía.
Me acostumbré a la forma en que me amabas, a esa locura que llevabas, a esas ganas de gritarle al mundo quiénes éramos.
Me acostumbré a las tardes soleadas donde pasaba horas contemplando tu belleza.
Me acostumbré a tu arrogante idea de amarme, a esas ganas de llamarme amor y después olvidarme.
Me acostumbré a verte conmigo, pero también con alguien más.
Me acostumbré a tus te quiero a ratos, a tus desprecios por ganármelos según tu consideración.
Me acostumbré a verte llegar cada que te ibas sin razón y regresabas con excusas, aunque te fuiste y regresaste, nunca más volviste.
Me acostumbré a llamarte cada madrugada diciéndote que te extrañaba, aunque a ti igual te daba.
Me acostumbré a la extraña forma de amarme, sí, a esa persona que me demostraba un día ser su deidad y al siguiente ser un total desconocido.
Me acostumbré a tu ausencia, a tus mentiras, que, entre más me decías, más te amaba.
No sabía cómo una persona puede llegar a lacerar tanto tus sentimientos y aún así amarla cada vez más.
Me acostumbré a tus desprecios, que, entre más eran, más te necesitaba.
¿Por qué? ¿Por qué era un adicto al dolor o por qué de verdad te amaba?
Tal vez no valoraba mi persona, tal vez creía que merecía ese amor tan putrefacto porque era menos que los demás y por eso aceptaba migajas.
Me acostumbré a la perra soledad de no aceptar que nunca estuviste y jamás lo estarás.
Buen inicio, joven David. ¡Enhorabuena!
Mi erizo tu poema felicidades espero seguir leyendo más está genial
Muchas gracias, excelente día!
Gracias, espero poder hacer más trabajo!