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PERFUMES DE ROSAS

Abel Rivera García

 

GEYSER SAMARIO

Con sonoro tamborileo metálico,

sube y baja la tapa del manjol,

vierte mierda copiosa en aerosol

sin que medie en causa algún vandálico.

 

Un fétido olor se esparce en el ambiente

en bocanadas crueles, penetrantes,

cual caldero infernal borboteante,

que baña sin tardar, a quien correr no intente.

 

Y el río de mierda avanza con corriente,

buscando el mar, ávido y desaforado,

dejando aquella estela maloliente.

 

¡Sabe Dios, a cuántos ha enfermado!

en su curso vial improvisado,

ya que muchos lo han bebido y respira.

 

 

A LA CUERDA INSANIA

De dónde vienes, nadie sabe

ni por qué tu desvarío;

si hoy deambulas por las calles

sin cobijo, sin amor y sin amparo.

 

Es notoria tu inconsciencia

y tu insoportable desdicha,

sí en tu tristeza profunda,

ni quién eres reconoces.

 

Empero, tu demencial sinrazón,

la bondad está en tus ojos

y te acompaña día a día.

Eres un alma perdida,

no te han dado más opción.

 

Las aves tienen su nido

y las bestias su guarida;

mientras tu desprotegida

ni siquiera una posada.

 

¡Sabrá Dios si te ha premiado,

con tu vida en la inconsciencia!

Si estás ajena al mundo y las miserias

de la envidia, del rencor y de la guerra

que los “cuerdos” disfrutan en su insania.

 

 

LLUVIAS DE CABAÑUELAS

Andáis como el destino del hombre:

algunas veces raudas y felices

con el viento a vuestro favor;

otras, con él en contra navegando

hacia adelante o en zig zag,

cual bergantines medievales

en medio de lo más impredecible

de las estaciones, los malos tiempos

y el capricho de los meteoros del cielo.

 

En ese largo camino existencial,

retumba el cielo por doquiera

con los flamígeros rayos de luz,

que quiebran la vasija de la noche,

y sobre la tierra reseca de enero,

inesperadamente la lluvia cae a cantaros

con su sonido de fritura aguada.

 

Es el saludo pascual del año nuevo

a mi muy querida tierra caribeña.

Ya el viento lluvioso inicia con su cadenciosa música,

la danza de los árboles del pueblo,

ratificando una vez más, el pacto eterno y feliz,

de ver germinar los campos con su verde de esplendor;

con la esperanza de siempre en un pueblo trabajador,

para quienes, el concepto de la paz,

con sus rosas rojas de espinas,

es su bien y su dicha más sublime,

también su más bella poesía.

¡Oh, por Dios, que sacra compañía!

 

 

MÁS PERRAS QUE EL PERRO

Dos predadoras caminan

por las calles de mi barrio

una mirando a la diestra

y la otra por la siniestra,

oteando como las águilas

algún objeto, algún bien,

que pudiese ser rapado

y embaulado en sus mochilas.

 

De pronto, algo llama su atención;

ponen un freno a sus pies,

en medio de la calzada

de la calle Monterrubio.

Se ríen y se comentan

en lenguaje indescifrable.

 

Mientras una hace la espera,

cual experta campanera,

la otra rauda, acomete y rapa

las cazuelas de agua y pienso,

donde caritativos vecinos

alimentan a un canino,

triste y abandonado

que deambula por las calles.

La sinvergüenza se agacha

y presta recoge el botín,

lo embute dentro de un bolso,

y se marchan muy altivas.

 

El pobre can, expectante las mira,

creyéndolas bienhechoras,

con sus ojos gachos de dulzura,

la lengua afuera y sus orejas caídas,

en clara y muy sumisa postura.

El triste perro de reojo las mira

y en su animal discernimiento, piensa:

“¡esas, son más perras que yo!”.

 

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