I
Sublime luz que bravía y tierna un día
Atravesó el umbral do mi existencia triste
Lacerada yacía en la orfandad nefanda
De la soledad infinita que cruel y despiadada a mi vida abatía
II
Irrumpiste altiva, imponente y bella
Iluminándolo todo con tu sonrisa alegre
Y en el travieso sortilegio de tu cabello que enmaraña
Se enredó mi razón y fui libre por siempre
III
La grácil cadencia de tu voz apacible y bondadosa
Sedujo mis sentidos, encendió la llama
Y cuando en susurro mi nombre de tu boca escapaba
El torrente en mis venas en tropel desbocaba
IV
Visión que quimera alguna vez fuiste
En realidad y alegría te tornaste en mi mundo
No eres más la utopía que en mi corazón viviste
Eres calma y exceso, eres cielo profundo
V
Acercar los sentidos, sentir los latidos, tomar un café
Jugar a ser amigos, compartir ideales, seducir la razón
Las risas de los lunes, las llamadas de los jueves, las miradas los domingos
Hasta que juzgamos insoportables los días sin los dos
VI
Naufragaste en el océano azul tortuoso de mis desesperanzas
Empero, en la entrega de tu amor, tus cuidados y tus ansias
Trajiste sosiego, ilusión, ternura y calma
Y murieron la tristeza, la soledad y la orfandad nefanda
VII
Aquella noche que me entregaste en una palabra el alma
Fue feliz, pero no la más feliz de las noches vividas
La más feliz es esta noche que despierto contemplo extasiado y sin medida
Como todas las noches los últimos diez años de mi vida
Tu cabeza en mi almohada, posada, serena y altiva