Preámbulo para el silencio
Desde el silencio de los que aún no nacen
se escuchan las voces de los que ya nacieron
para decir las palabras de los que ya no están.
Son ecos de gargantas profundas que describen
lo que hombre alguno ha pronunciado
son misterios de cañones antiguos que solo repiten
lo que otros ya dijeron pero que no pudieron continuar.
Pero persisten en su causa aunque solo sean ventrílocuos
que se les escucha de vez en cuando en una ecografía
en un hablar consigo mismo, en un encuentro con su yo.
Siguen siendo ondas en el agua y nadie sabe quién arrojó la piedra
solo vemos cómo se toman el abrevadero,
cómo lo invaden de orilla a orilla,
cómo sucumben ante el musgo y las algas;
igual que las bacterias ante los hongos
son palabras que se pierden en el papel,
igual que si se hundieran en el fondo de la charca.
Aun así prosigue el silencio de los que ya no están
y solo se escuchan las voces de los que ya nacieron
con palabras que entienden otra vez los que no han nacido.
Y la perseverancia más rancia que todos los días describe el camino
que debieran tomar las personas, aunque son como cables telefónicos
los usamos con todos y con nadie,
de aquel lado siempre está el que pretende ser
no el que quiere decir, romper el silencio y celebrar sus primeras palabras.
Se resquebraja el silencio como los hielos perpetuos en su propia negación
pero no hay lugar para esas palabras, no existe micrófono alguno
solo una leve oportunidad, otro silencio más… papel y lápiz.