Saltar al contenido

EL CUERPO

Raed Al-Jishi

 

Lujuria

Guardo lujuria en las llamas de mi corazón,

pero su fragancia desnuda secretos

del pulso de la nebulosa.

 

La fragancia es el lenguaje

de sentidos robados en la cueva.

No muestra su auto – celebración,

ni siquiera a su dueño: el anfitrión.

 

Ella le pide que se anime,

que sea más humilde o que se enfade.

Y la ira,

lo engaña con su heroísmo

y superioridad cuando la siente.

 

La perfecta humedad para la nariz de un gato,

no se ajusta a la repetición

de sus áridas mejillas.

 

El olor es su silente lenguaje

y nuestra luminosa lujuria,

y dependientes somos,

nada más que dependientes

del éter.

 

 

Sed

Tengo una sed permanente

y ansias de un río

que conoce muy bien

las trenzas de su delta.

 

No conoce a Adán

y no entiende nada

de la Biblia de la humedad,

sino el verso del séptimo cisne.

 

Encontró a su señor en esto

y se dio cuenta de que ella misma

era el elemento deseado por el señor.

 

El verso es acuosa virtud.

Su dulzura significa que

una elegante criatura de sal

danza devotamente entre las olas.

 

El Señor no me dijo

que pusiera mi mano alrededor de su cintura,

pero asomaba a través

de agujeros de la luna.

 

Creo que lo amaba como a mí,

porque embrujado estaba

por la meningitis de los besos.

 

El beso es un surco en los labios,

el aliento de la primavera,

su casual existencia árabe.

 

Y el sangrado es una joven

que habla francés con fluidez,

mejor que cualquier francófono auténtico

o cualquier europeo, estrangulado

con entrañas de un sacerdote

en un puro collar;

aún no se ha marchitado su Arabismo.

 

 

El Cuerpo

Con ojos medio cerrados

y un dolor de cabeza que no se purga

con la aspirina de sacerdotes

que expulso de mi cuerpo.

 

Mi cuerpo que no me gusta tanto,

no me burlo de él como debería mofarme.

O amarlo como debería ser amado.

 

Nunca absorbo la somnolencia de golpe,

no pensé en buscarla

con los jeques de los pastores.

Y no aprendí las reglas del amor

antes de quedarme dormido.

 

Solía aburrirme con los discursos de Rumi,

y me gusta pensar que la muerte es una amante.

Una amante que no repite:

debo, debo, debo.

Una amante no dirá:

“sígueme,

oh ovejas del Señor,

en la colina de hierba que te mostraré”.

Una amante no ama

por descuido o negligencia.

 

Una amante no se balancea como una horca,

ni se enrosca cual serpiente

cuando te persigue

a través de signos de puntuación;

la amante que elegiste para nombrar

otro nombre,

como el detrito de una araña extraviada.

¿Acaso menciono mucho a «la amante»?

 

Mi cuerpo está sufriendo,

y no me cuido.

Mis ojos no pueden adaptarse a la oscuridad.

No me importa tu respuesta.

 

Sofocada estás como un latido más,

en un ritmo teatral.

No existe ninguna mutación genética que surja

en el crepúsculo del sendero.

Solo la dueña

hace girar subrepticiamente,

la alfombra para la marcha.

 

Del libro Tablillas de arcilla en la cueva de Nietzsche, publicado por la Papel y Lápiz – Casa Editorial de Colombia 2022. 

Disponible en Amazon y en la Tienda Papel y Lápiz.

1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (Ninguna valoración todavía)
Cargando...

Déjanos tu comentario

error: ¡Contenido protegido!