En el olvido de esta montaña,
donde la cumbre es inhóspita
y calor humano no se emana.
¡Desde la entraña de mi alma!
¡Desde mi atrincherada alma!
Desde la mira de mi arma me ordenan
nadie dispare, el rico decidió que la guerra terminó.
En el regocijo de mi conciencia camuflada
en el insomnio para tener a mi enemigo en vigilancia
donde mi madre en la madrugada llora preocupada
donde mi hija entre sábanas sueña que la tengo abrazada.
desde una sala, un señor de corbata y sin heridas dice:
Nadie dispare, la paz llegó.
Viendo a jóvenes agujereados en el camino
sin conocer sus derechos y su destino
le digo a los que quedan conmigo
¡Emociónate querido!
¡Celebremos juntos amigo mío!
Desde una casa grande, con dinero y sin tropas que generen lío
otro como tú en redes de mentiras escribe:
Nadie dispare, mi padre anuncia que la guerra terminó.
Entre el zumbido de balas y de aviones
donde con frecuencia caen estruendos y dolores
¡Pueblo querido no me decepciones!
¡Pueblo querido no me decepciones!
Si te preguntan dónde poner tu equis,
pon donde diga: Nadie dispare, la paz llegó.
Revolcado en la sangre de mi hermano
dando el pecho por ideologías de hombres en vano,
señor camaleónico de izquierda, ¡al piso y la cabeza no alce!
Señor camaleónico de derecha, ¡al piso y la cabeza no alce!
El de ciudad grande y de clase alta contento grita:
Mi próspero negocio sigue, el pueblo dijo que no.
Mi vida vuelve a encarcelarse
el sueño de libertad se esfumó,
la hora de morir vuelve acercarse
mi proyecto de vida otra vez murió,
entre los helechos quedaré en el olvido,
mientras otros dirán: Nadie dispare, la paz llegó.