MELODÍAS DE MADRID
Por fin estoy en la Gran Vía:
la calle de nosotros, de nadie, de cualquiera.
El bullicio y la magia se entrelazan;
la desesperación y la alegría,
las orquídeas y la esperanza,
la angustia y los cerezos.
El frío invade mi alma. La tardanza.
El Sol acaricia mis mejillas,
este frío es sólo mío.
Busco un cuadro fresco entre réplicas de ángeles;
camino con pasos ligeros buscando la Mandrágora:
músicos callejeros, adoquines antiguos,
historia de historias.
Veo la Puerta del Sol,
el aroma del café y las tapas invaden el aire,
las lilas y las rosas,
las manzanas y las peras;
muchas esculturas de mármol y aún no la veo.
Manos entrelazadas,
terrazas llenas de risa,
plazas olvidadas,
la vida hablando en cada esquina.
El Parque del Capricho.
La Cascada del Retiro,
me pierdo en un callejón estrecho
buscando su nombre en las fachadas.
La Posada del Necio.
La Cava Baja.
Santelmo sin ti,
creo que estoy cerca:
sus ojos me gritan desde lejos.
Beso eterno que parece prohibido,
leo en voz alta todo lo que veo, como estrategia para recuperar la calma:
Martini de frambuesa,
Porción de amor,
Toronja con vodka,
Mojito de sandía.
Son las campanas de las seis:
por fin llegamos a la Mandrágora los desterrados hijos de Eva.
Lo digo con las manos temblando y aún, con el corazón en la boca.
Como siempre: bella y fina poesía que expresa sutilmente erotismo.
Saludos, Petro. Un abrazo desde México.