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GRASTIS

Anushka Tereskova

Antaño, cuando mis piernas veloces corrían por la senda polvorienta del pueblito pobre que vio pasar mis primeros siete años, sentía una gran alegría al ver llegar a un parque de diversiones. Éramos muchos hermanos por lo que solo íbamos a disfrutarlo los más grandes, pero no era lo mismo si no estaban todos trepados a la vieja y ronca calesita oxidada, pintada de colores y banderines desflecados en el medio de la pista.

Una camioneta desvencijada recorría las callecitas de tierra y un altavoz anunciaba la llegada del parque de diversiones, cada tanto soltaba un puñado de boletos, porque para iniciar sus actuaciones querían reunir a la mayor cantidad de visitantes. De todas maneras el pueblo tenía muy pocos habitantes.

Cuando escuchaba la música y la voz que se propagaba como dentro de una olla, yo perseguía al vehículo para atrapar las entradas gratis y así poder ir con todos mis hermanos al evento, único y esporádico que le daba un poco de vida a ese lugar tan inhóspito.

Más tarde me di cuenta que eso fue lo único verdaderamente gratis que tuvimos en la vida, un ticket para subir a los juegos de un parque estropeado que tuvo la osadía de llegar a ese lugar pobre olvidado de Dios.

La cuotas gratis de mis futuras compras escondían otros intereses, las ofertas de productos casi vencidos, las joyas de imitación que daban con algún perfume más caro por traer un anillo que duraba dos días, las degustaciones vencidas del supermercado, las frutas medio podridas en el kilo y medio gratis por llevar todas, la hora feliz donde uno compraba hasta lo que no necesitaba, la salida con amigas para cubrirlas de sus escapadas, los consejos del cura, las muestras de medicamentos, la ayuda, la solidaridad, la compasión, las presencias, la compañía desinteresada, el hombro donde llorar, el abrazo apretado, el silencio póstumo, la risa después de un chiste malo, el acercamiento de unas cuadras para no mojarte con la lluvia, el trabajo, el vuelto, la hospitalidad, la esperanza, sobre todo la esperanza, tuvieron un precio muy alto y algunos aún se están pagando, porque lo único gratis fue la entrada al parque de diversiones que me dio el señor de la camioneta cuando me vio correr sin aliento para atrapar algunas.

No recuerdo nada mal después de eso, ¿será que ya me traiciona la memoria?

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1 comentario en «Gratis»

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