De Buenos Aires uno nunca se va del todo
Existen ciudades con las cuales
uno siente algún tipo de conexión espiritual inexplicable,
por ejemplo, Buenos Aires,
vez las jacarandas en noviembre
y el amor deja de ser inalcanzable,
en la primera parada el amor florece como primavera
y el sol hace de las suyas sobre los corazones rotos,
sobre las calles empedradas.
Los edificios viejos nos dan la bienvenida,
un pedacito de arte.
Los mil colores, los mil sabores,
el bullicio de sus plazas y el silencio de sus rincones.
Buenos Aires es un cuadro,
aquí el tiempo se detiene
y los días corren de otra forma.
Los recuerdos se entrelazan con el presente,
por la noche las luces de las farolas iluminan los sueños,
callejones,
cartas no leídas,
caminos de amor eterno,
las amantes en los balcones,
la tristeza vista desde lejos.
Buenos Aires es un viaje en tren,
es otro cuento,
otra canción,
otra historia, otra página, otra fachada.
En las tardes la tristeza danzando sobre el rio
y la esperanza que va y viene,
en cada suspiro vamos dejando un poco del yo,
del nosotros,
Esta es una ciudad de la cual uno se marcha a medias,
así regreses a Bogotá, Londres,
San Pelayo, São Paulo,
Madrid o Tokio,
de Buenos Aires uno nunca se va del todo,
dejamos pedazos de piel y de alma,
sonrisas
y una que otra lagrima.