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DESPUÉS DEL GRIS

Ángela Penagos Londoño

 

Silabear

¿Quién fui en el silabeo de mi madre?
Un solfeo de leche,
euforia de nido,
airecito de nada
en los pasos primeros
que bailan de infancia
en el bosque de los juegos.
Poblé la boca
con palabras pequeñas
hechas a mi medida,
destello luminoso
al pronunciar:
mamá, leche, cascabel,
sensación de roce
en la piel
de tu sonrisa.
Tiempo preñado
de tu aire
cuando señalas
el camino
con tu aroma.

 

 

Puerto del buen regreso

-Alejandría.          

Escucho el canto
de los grandes pájaros,
con alas de viento marino,
marco la brújula
al oeste de todas las distancias,
en la palabra
que desde lo alto
corona el cielo.
Los pescadores
llevan a sus espaldas
crepúsculos de espejos rojos.,
el Mediterráneo
se asoma por la ventana
de siglos.
Soy caminante de mundos,
dejo entre la arena
lo que fue ayer,
con la primera luz
de las pupilas.
Un soplo tibio
sobre la escollera
-marea de la nocheancla
los navíos
en los viejos tablones
de cubierta.

 

 

Después del gris

La vigilia espera
los pasos inciertos
de la muerte.
El gris
camufla el miedo,
la noche pide una tregua,
la respiración
alberga secretos
de tu sangre.
Nadie dijo de palabras
salvadoras
ante las peripecias
de esta prueba.
Estamos con la boca
enmascarada,
los ojos asomados
a la herida
de una cicatriz perfecta.
Volveremos a estar juntos
en la claridad del tiempo,
sin temor en ninguna flor.
Es hora de escampar
en alguna parte
desafiando las enredaderas
que nacen en verano.

 

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