Sólo tú, Pelusa
Quisiera dormir y no despertar jamás, porque esta humanidad me acaba de matar con sus frías ganas de mantenerme como parte de un rebaño que va al matadero con gran felicidad, sin saber que, ese, su último día será.
Quisiera dormir y no despertar jamás, porque esta humanidad me acaba de matar con sus frías ganas de mantenerme como parte de un rebaño que va al matadero con gran felicidad, sin saber que, ese, su último día será.
Poco después, fijé mi mirada al recinto, hice un barrido de trescientos sesenta grados y noté un altar adornado con velas, un cristo en crucifixión, dos vasos de agua a la mitad y muy pocas flores.
La esencia de mi alma está focalizada principalmente en la mi raza gitana que adquiere una dimensión mítica, soy gitano represento el instinto de libertad que lucha contra las normas establecidas y el destino, de allí mi apellido.
Abatida lloró toda la noche y no llegó. Desdichada al siguiente día y no llegó. Preparaba sus palabras para la ruptura del lazo de amor y no llegó. Lloraba día y noche y no llegaba.
Nuestras siluetas llorosas y desaliñadas por el esfuerzo de dejarnos, flotaron hasta perderse en el lapislázuli de la noche cercana, sin Luna, sin estrellas y una brisa entumecedora, que no nos dejaba disfrutar de la, otrora, posible razón que una vez nos llevara a estar juntos, que a cualquiera le hubieran alcanzado tres veces para ser felices.
El intenso frío que acompaña la mañana arrastra consigo cierta melancolía, que cala en la fragilidad de sus memorias. Mientras avanza, recuerda la dureza con la que le ha tratado la vida y como ha soportado el inminente dolor que poco a poco, fragmenta su cuerpo y destruye su alma.
Apasionado a las letras soy, apasionado a los buenos libros soy, pero mi excesivo amor hacia ellas, también me pasó factura. La evaporación de las líneas de las páginas de un libro mientras las recorro con mi vista, va configurando en mi mente…
Fui a buscarla y la usaré en un texto que alude a nuestros primeros tiempos donde los juguetes ordinarios, pero caros, eran un capricho y la abuela decía que eran solo un embeleco.
Poco importa una lengua quemada frente a ese desfile de viandas coloridas perfumadas por las especias que mi abuela elige para seguir al pie de la letra la receta transmitida, celosamente, de generación en generación.
Han pasado muchas lluvias desde que tu familia abastece los mercados de Ichitki, desde que llegaron los alijuna provenientes del otro lado de los dominios de Palaa para quedarse a vivir en estas sabanas.