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LA LUZ EN LA OSCURIDAD DE KARINA

Miguel Ángel Ricra

La oscuridad envolvía su mundo, como una niebla densa que no permitía ver más allá de la tristeza. Karina, una mujer de 35 años, se encontraba sola, sumida en la depresión que la había consumido desde la pérdida de su esposo. El diagnóstico de cáncer que había recibido meses atrás había sido el golpe final, el que la había dejado sin aliento, sin esperanza.

En su búsqueda de consuelo, Karina se refugiaba frente a su computadora escribiendo poesía y cuentos, adoptando el seudónimo de Kapurita, anhelando encontrar un rayo de esperanza en su realidad sombría. Entre los mensajes que revisaba en su correo, uno destacó entre los demás: una oración proveniente de un remitente desconocido. Este inesperado encuentro virtual desencadenó una serie de intercambios que la condujeron a un misterioso sendero de luz en su oscuridad.

Pronto, otro mensaje llegó a su bandeja de entrada, esta vez, un poema con palabras que resonaban profundamente en su alma dolida. «Tú no estás triste, estás desocupada», una frase que le hablaba directamente, mencionando incluso la palabra «cáncer». Sintió que aquel mensaje era un bálsamo para su corazón afligido y en un acto de desesperada esperanza, respondió, abriendo las puertas de su alma a un extraño que, de alguna manera, comprendía su dolor.

Aquellas palabras del hombre sin rostro la hicieron reflexionar y tomar una decisión que cambiaría su vida. Se dio cuenta de que necesitaba encontrar un propósito, algo que la ocupara y la hiciera sentir viva de nuevo. Así que, con la ayuda de ese ser del ciberespacio, se puso en contacto con un instituto de formación y consiguió una beca de Marketing en redes sociales. Comenzó a formarse como creadora digital, aprendiendo a trabajar de forma eficiente en ese campo innovador.

Una noche, antes de la celebración, Karina tuvo un sueño que la iluminó. En el sueño, se veía a sí misma caminando por un jardín lleno de flores, con sus hijos corriendo a su alrededor, riendo y jugando. El sol brillaba en el cielo, y una brisa suave acariciaba su rostro. En el sueño, Karina se sentía viva, llena de energía y propósito. Se despertó con una sensación de paz y renovación, sintiendo que algo había cambiado dentro de ella.

La fiesta de cumpleaños llegó y con ella una atmósfera de alegría y renovación. Karina irradiaba luz, desprendiéndose de las sombras que habían envuelto su existencia. Cuando el misterioso remitente hizo acto de presencia con un ramo de flores azules, Karina supo que aquella conexión virtual se había transformado en un vínculo real, un faro de esperanza en su tormenta.

Tras la celebración, Karina encontró una nueva determinación para enfrentar la vida. Comenzó a trabajar en su nuevo campo, creando contenido y conectándose con personas de todo el mundo. Invitó al remitente a acompañarla a la iglesia, buscando refugio en la fe en medio de sus pruebas. En la iglesia, compartieron momentos de recogimiento y esperanza. Al recibir el Cuerpo de Cristo, Karina sintió un renovado sentido de fortaleza, apoyada por el misterioso remitente que se había convertido en un gran amigo que la sostenía con amor y compasión.

Después de la misa, un inesperado encuentro con su antigua maestra de primaria le recordó a Karina tiempos más felices, despertando recuerdos que habían estado ocultos bajo el peso de su sufrimiento. Entre lágrimas y abrazos, Karina encontró consuelo y comprensión en los brazos de su maestra.

Con el corazón lleno de gratitud y esperanza, Karina buscó con la mirada al señor misterioso que había entrado en su vida. Con paso firme, se acercó a él, reconociendo su rostro sereno y sus ojos llenos de compasión. Decidió abrazar la vida con todas sus fuerzas, agradecida por los momentos de luz que había encontrado en medio de la oscuridad.

Pero la vida, como siempre, tiene sus giros inesperados. Un día, uno de sus hijos vio el correo y decidió responder. «Señor, abrí el correo de mi madre, lo conocí en la fiesta de cumpleaños de ella», escribió el hijo. «Le comunico que mi mamá falleció y sus últimas palabras fueron: «Gracias, Dios, por la vida».

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3 comentarios en «La luz en la oscuridad de Karina»

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