Cuando nuestras manos se evaporen
De suerte tiene un techo en una vieja estación de servicio tirada al costado de una ruta en ruinas, esas que conectaban un pueblo con otro. Estos también desaparecieron, más bien, se evaporaron, convirtiendo a la ruta en un cadáver de serpiente reseca bajo el sol gigante y rojo del ocaso de los planetas.