El mosquito singular

Un mosquito desaliñado, harapiento y andrajoso era el hazmerreír de un selecto grupo de mosquitos escritores. Algunos integrantes de este selecto grupo simplemente no lo veían. El mosquito, interesado en el arte y la literatura, quería que uno de estos sabios mosquitos mirase sus sucios pero inspirados escritos. Sin embargo, su timidez y su aspecto solo provocaba risas en aquellos que solo se reunían en el «Café Mos» a realizar grandes y eruditas tertulias. Era tanta su admiración por la sabiduría de ellos que pidió al mesero le permitiera colocarse el delantal y llevar el servicio a estos eruditos, así los escuchaba, los observaba y se preparaba para mejorar su escritura. Después de un tiempo, el mosquito Anton Chéjov lo invitó a una charla literaria. Desde entonces al mísero mosquito, que ya no era tan mísero, se le ve hojear una de sus selectas obras en la biblioteca nacional, tomando un café todas las tardes en el «Café Mos», lejos de los afamados escritores que de vez en cuando cambiaban el café por una cerveza para acompañar sus acaloradas tertulias literarias.