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RECORDAR

Blanca Salcedo

Desperté en el hospital; era una masa que reconocí mía, pero mi mente no estaba allí. Sentí pánico; miré las vendas, pero no hubo dolor… sólo vacío.

 

Más tarde vinieron los médicos y luego la psicóloga. Mis heridas sanaron con bastante rapidez; lo otro no. Nada volvía a mi mundo blanco; mis recuerdos estaban tras una puerta que se negaba a ser abierta.

 

La psicóloga me dijo que tuviese paciencia. Lo intenté. Pero, al final, la desesperación ganó. Fue entonces que mi doctora me dijo:

 

—Recordar no siempre es lo mejor. Ya volverán los recuerdos, lentamente. Sólo espere.

 

Un mes después, tuve un sueño. Largo y angustiante; una película de la que me desperté sudado y gritando.

 

Tenía razón la loquera. No es bueno recordar. Vi el auto, el barranco. Sentí la sangre en mi boca, sobre mí. Y no era mi sangre la que chorreaba sobre mi pecho, la que goteaba, empapando mi ropa. Vi los rostros de mi esposa y de mi hijo…

 

Maldita sea. Odio esto… quiero el olvido. Necesito borrar todo. Volver a cerrar la puerta… La memoria es un castigo de los dioses.

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