Corazón
¿Recuerdas que te lo dije aquel día? Sí, cuando en el jardín saltaste como una rana porque habíamos tenido respuesta a unos mensajes, tan obsoletos ya que ni recuerdo qué expresaban.
(Argentina. 1966). Aborda temas de hondo contenido humano, enfatizando en el desamor, las emociones, la cotidianidad y la búsqueda del autoconocimiento a través de la introspección y la escritura autobiográficas.
¿Recuerdas que te lo dije aquel día? Sí, cuando en el jardín saltaste como una rana porque habíamos tenido respuesta a unos mensajes, tan obsoletos ya que ni recuerdo qué expresaban.
No debo enumerar las veces que hiciste tal o cual cosa conmigo ni meter el dedo en la llaga. Solo debo hacer las mismas cosas, sola. Entonces voy al balancín y tú no estás para elevarme; luego voy a la mesa a jugar cartas y no es divertido…
A mí me gustan las voces graves y mentoladas. No tenía el buen humor que a mí me gustaría para la persona con la que comparta mis días de felicidad, ni la figura atlética que quisiera ver al despertar todas las mañanas.
Otros tantos meses traen más confianza, planes ilusiones, regresos, esperanza, caprichos, disputas, promesas y pausas, mil complicaciones dolor, desconfianza.
Más de todo aquello en orden distinto,
ganas de seguir, con todo ya perdido.
Lo bueno es que todo está muy limpio… Solo hay que buscarle un sitio a cada cosa y encontrarla a mano en su momento. Tengo la vida desordenada.
El aroma a olvido cubre de moho la mitad de las paredes y se alza hacia el techo. En mi cuerpo ya se nota y no hay remedio. Destapando la tetera salió de golpe, quemando mi rostro, como veneno.
y se adhirió a las tazas y a los cubiertos.
Se detuvo en su infancia triste y solitaria. Se visualizó hamacándose en la rueda que su padre le había instalado en el árbol del patio de la casa.
Lo único que rogaba era que se sentara al lado mío alguien que no me interrumpiera el sueño y que me dejara libre el divisor del asiento…
Esa noche llovía torrencialmente y su automóvil se detuvo justo en frente de la casa de los lirios morados. El nivel del agua comenzó a subir en la calle y la radio de su taxi dejó de funcionar.
Carla tenía el cabello rojo, ensortijado y brillante; le caía y bamboleaba de un lado al otro cuando trotaba alrededor de la plaza.