Es que a veces me siento como un águila sin alas
Cruzo la calle apretando mis puños mientras que mis labios bostezan una palabra maloliente. Dos buses que galopan preñados de ciudadanos imperturbables se atraviesan en mi destino.
(Riohacha, La Guajira, Colombia. 1965). Administrador de Empresas especializado en Economía Internacional. "Escribo para llenar los vacíos que me quedan al leer".
Cruzo la calle apretando mis puños mientras que mis labios bostezan una palabra maloliente. Dos buses que galopan preñados de ciudadanos imperturbables se atraviesan en mi destino.
Lo que hace Papito está prohibido, pero eso no le quita el sueño, aunque si se lo quitara igual tendría que continuar haciéndolo, porque es lo único que le permite llevar un poco de comida a su casa cada día.
Mis emociones hoy amanecieron en la superficie. La alegría de verlo mejor contrasta con un sentimiento desierto, inclemente, punzante. Él hilvana bien los pensamientos, bueno, dos o tres, porque al cuarto me sorprende con una pregunta o comentario salidos de sus fantasmas que lo visitan a diario en su lecho…
El barbado iba a hablar, pero Joaquín no le dio tiempo: se abalanzó sobre él con evidentes muestras de querer golpearlo. No tuvo más que entregar la cartera, cambió de mano el celular y huyó despavorido.
Lo miro y se parece al hombre que siempre he conocido. Salvo sus dientes postizos que decidió hace rato no volver a ponerse. Salvo sus ojos que se niegan a seguir detrás de sus miradas.
Busca en su reservorio de palabras y dichos algo con lo cual pueda ponerme fuera de combate, como en los tiempos viejos, cuando en lugar de conversar dilapidábamos nuestro encuentro en discusiones.
Caminó hacia mí y apostó su rostro cerca del mío. Junté mis manos detrás de la espalda esperando lo peor. Al acercarse sentí su alcanfor más penetrante que nunca.
Al escucharla, siento que regurgitan mis entrañas. Mi instinto paterno invade cada resquicio de mi ser y no tengo otro camino distinto a satisfacerla. ¡La sacaré ahora mismo a la calle!
Levanta un poco su cabeza el resto de su cuerpo todavía cubierto por las aguas siente el frío lacerándole inclemente.
Los pocos minutos de conversación con el apóstol Pablo cambiaron mi perspectiva de la vida. Pensé que mi dispositivo electrónico con el cual la EEI controlaba mis movimientos…