Oquedad
Una luz que se filtraba por debajo de la puerta cortaba la penumbra de la habitación. La curiosidad le hizo seguir el filo de la refulgencia. Volteó el picaporte empujando hacia el interior.
Una luz que se filtraba por debajo de la puerta cortaba la penumbra de la habitación. La curiosidad le hizo seguir el filo de la refulgencia. Volteó el picaporte empujando hacia el interior.
Nuestra más cercanas semejanzas eran la de alcanzar el completo despertar y de elegir, esa para los dormidos fatídica ida mortal, que a nuestro sentir es la más bella muestra de que la muerte no existe.
Inaudible, quejumbroso, retumba el canto de Hades, guitarra fúnebre, libre y desprovista de la alegría que solía tener tu sonrisa, usurpadora, melancólica, extraviada suena tu voz, voz envejecida, labios ajados…
Allí en la plazuela, de frente al santuario, leyendo un diario, hoja por hoja, pasaban las palabras por sus manos arrugadas y con las palabras, fotos estrujadas entraban en su mirada, en su respiro profundo.
¿Recuerdas que te lo dije aquel día? Sí, cuando en el jardín saltaste como una rana porque habíamos tenido respuesta a unos mensajes, tan obsoletos ya que ni recuerdo qué expresaban.
Caminó hacia mí y apostó su rostro cerca del mío. Junté mis manos detrás de la espalda esperando lo peor. Al acercarse sentí su alcanfor más penetrante que nunca.
La guerra abortó manojos de odios dispersó enjambres de quimeras en ahogadas mentes humanas que no saben cuándo ni dónde dejaron de ser los que fueron para ser mercenarios a crédito.
Que rimara con el acorde del viento y con la melodía del mar. Qué con pronunciarlo me hiciera sentir en la piel, el sol y la niebla al mismo tiempo. Un poema solo, sin aplausos ni escenarios.
Hablo de un recital en la Mandrágora
de un verano en Praga, de esquiar en Bariloche, de que eres la erección canónica del pecado, la fisura de la eternidad el exilio y el retorno.
Se habla de la vida y de la muerte:
De impunidad y sacrificio, del que sueña y emprende, del soldado y el campesino. Se murmura de temblores y guerras, del exilio y la condena, ¡Del rico y del pobre!