Miedo
El mundo empezó a dar vueltas y él aprovechó para requisar mis bolsillos. Encontró mi celular y una billetera vacía, la que arrojó al suelo. Enseguida conocí su voz de loco.
El mundo empezó a dar vueltas y él aprovechó para requisar mis bolsillos. Encontró mi celular y una billetera vacía, la que arrojó al suelo. Enseguida conocí su voz de loco.
Desperté en el hospital; era una masa que reconocí mía, pero mi mente no estaba allí. Sentí pánico; miré las vendas, pero no hubo dolor… sólo vacío.
La historia no siempre se escribe con tinta, a veces se escribe con tierra húmeda, con el rastro invisible de una lombriz que danza bajo el peso del olvido.
Despertó sin reconocer la forma de la habitación. Las paredes parecían más altas de lo habitual, como si quisieran cerrarse sobre él. El aire se espesaba con cada respiración y el silencio, lejos de traer calma, retumbaba con una insistencia que lastimaba los oídos.
Los astros lo entrelazan con policromías de ensueño y la penumbra inquieta de colorido lo viste.
Y vamos caminando, la voz de un pueblo; nos contagiamos en el grito desde la primera mañana.
Marchamos con la mirada intensa, todas las lluvias del mundo, pulso instantáneo de la vida clara.
Diecisiete años después, el día que Abdón se graduaba
de la escuela secundaria, a Juan los nervios y la incomodidad
de la silla en la que estaba, le hicieron recordar el
día del nacimiento de su hijo, solo que los nervios de ese
momento tenían otra razón.
El humano decide, el humano elige si acelera, si respeta, si corrige. Un segundo de distracción puede borrar una canción.
No puedo comer sin atender primero su súplica. Un movimiento alegre de su cola,
y el brillo profundo, acogedor,
de sus ojos color café, fue el gracias silencioso de un ser que alguna vez fue amado.
El televisor apagado, el piano cerrado, las persianas inexistentes, el mundo afuera.
Cajones sellados, recuerdos atrincherados, hojas escritas con una pluma que aún deja huella en el tiempo.